Estrellas y borrascas by Gaston Rébuffat

Estrellas y borrascas by Gaston Rébuffat

autor:Gaston Rébuffat [Rébuffat, Gaston]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 1954-03-01T05:00:00+00:00


CERVINO

El Cervino es la montaña mejor despojada de su ganga. Aquella cuya arquitectura y cuyo brío son de un rigor geométrico. Es la cima ideal, más que ninguna otra: la que imaginan los niños que nunca han visto ninguna cumbre. Así la creía yo, que nací a orillas del mar, cuando oía pronunciar la palabra montaña: rodeada de glaciares, una pirámide que apunta hacia el cielo. Pero aquí la pirámide es mucho más hermosa porque está sola. A su alrededor no hay más que desierto de piedra, ceniza de montaña, cumbres dormidas, inclinadas y dobladas.

Mientras que, desde la primera ascensión del Mont Blanc, en 1786, casi todas las cimas habían sido escaladas, la cumbre del Cervino permanecía inaccesible. ¡Qué gran época! Numerosos alpinistas miraban la cumbre con pasión y codicia. Algunos realizaban tentativas. Todos abandonaban. Únicamente dos hombres veían en sus fracasos un éxito retrasado: Edward Whymper, el inglés apasionado, de tenacidad feroz, y Jean-Antoine Carrel, el valdostano, enamorado de la montaña que le había visto nacer. Tan pronto unían sus esfuerzos como probaban cada uno por su lado. A veces reanudaban su alianza, pero, en el fondo, deseaban demasiado la victoria como para compartirla, y rondaban alrededor de la hermosa montaña.

El desenlace tuvo lugar el 14 de julio de 1865. El vencedor fue Whymper, quien alcanzó la cumbre por la arista suiza. Pero esta gran victoria fue seguida, como se sabe, de una terrible catástrofe: en el transcurso del descenso, cuatro de los siete alpinistas de la cordada de Whymper cayeron por la cara norte y se mataron. Dos días después, Carrel alcanzaba la cumbre por la arista italiana.

La conquista, que tan bien empezó, prosiguió luego por las otras dos aristas y por las cuatro caras. La cara norte es la más hermosa. Se halla entre la arista Hörnli y la Zmutt. Vista desde el Zinalrothorn, tiene la sencillez de un triángulo perfecto; de perfil aparece como un gigantesco pasamanos de piedra. Su altura es de mil cien metros. Al mirarla parece difícil, pero es sobre todo peligrosa. La roca es mala; el hielo, vítreo; no hay reuniones ni la menor protección en caso de tormenta, pero lo que destaca son las continuas caídas de piedras, contra las que las mejores técnicas no pueden hacer nada. Únicamente se abstienen de surcar la pared algunos días del año. Habría que estar allí en ese momento, pero ¿cómo saber cuándo es? El Cervino es desconcertante.

Entre las grandes caras norte de los Alpes, la del Cervino es la primera que se intenta seriamente y será la primera en escalarse. La base es empinada; el tercio medio se acerca a la vertical, y aunque la parte alta se debilita un poco, sigue siendo expuesta. La clave de la ascensión parece ser el corredor que arruga el tercio medio, pero precisamente es el que canaliza los desprendimientos.

En agosto de 1923, dos austriacos, Horeschowsky y Piekelko, escalan la empinadísima pendiente de hielo de la parte baja de la pared, pasan por las rocas de la



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